Amigos,
¡existe el hombre!
Después de puertos y solsticios,
de estaciones cortas como saltos,
y largas cual suspiro de añoranza,
después de sembrar sin cosechar,
de estar sin vivir,
de querer sin bien amar,
descubro que amigos y hermanos
han rodeado mi senda,
llena de pequeños arrebatos,
de breves escaramuzas.
Agradezco la tibieza y la ternura,
la penumbra del encanto,
el esfuerzo en un propósito,
el respeto al desarrollo,
la suavidad, la diplomacia.
Amigos,
¡existe el hombre!,
tiene la intensidad de la tormenta,
no es fácil ni suave,
sabe a abrazo que no suelta,
sabe a demostración impúdica,
a riesgo, a precipicio,
a confianza, a claridad y fondo,
a ascenso y ráfaga.
Huele a maduro, a completo,
a caído y reconstruido,
a sabiduría y valiente inocencia,
se oye, se siente.
No es penumbra sino luz y oscuridad profunda,
no es tibio sino gélido y ardiente,
es dejarse amar y comprometerse,
es vértigo y esperanza.
No tiene futuro,
sino presente y anhelo del mañana,
lleno de preguntas,
de bramido y sonidos,
cargado de historia,
fortalecido en la derrota,
frágil, quebradizo, intenso.
Amigos,
¡existe el hombre!
y la mujer que surge
desde la esperanza dormida.
Bienvenidos al mundo del REconocimiento

Siembra en el rojo atardecer
sábado, 2 de julio de 2011
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