Desde fronteras que jamás pensé cruzar,
de vivencias que nunca quise dejar,
finalmente atravesé la cerca,
infancia y padre se quedaron.
Recuerdos, hermosos,
no los niego,
hacia el hombre caminé y sus exigencias.
Sabio es el que llega
pero aún más el que se va,
a tiempo.
Desde el hombre ausente,
nada queda pensé, y sin embargo,
en el duro camino del ascenso,
la divinidad salió a mi paso.
Liberada de prejuicios,
arrastrando las cadenas autoimpuestas,
soltando cargas elegidas,
doloroso deprenderse del yugo ya incrustado.
Conectada al sentimiento,
el afecto entró a raudales,
iluminó el cuarto oscuro,
desprendió las capas del escondite.
Escuché la voz que dijo:
Por primera vez temo a la muerte,
ahora que la vida es feliz,
quiero permanecer, participarme de tí.
Luego sentí, de lo profundo del bosque,
un dios pagano apareció,
y no hubo razones, sólo evolución
y belleza.
Bienvenidos al mundo del REconocimiento

Siembra en el rojo atardecer
miércoles, 19 de octubre de 2011
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